General Saturnino Lora Torres
Saturnino Lora Torres nació el 29 de Noviembre de 1858, en la casa de la finca perteneciente a sus padres, en el poblado de Baire, en la antigua Oriente. Nada de especial significación podía augurar el futuro de aquel niño campesino, que se desarrollara en un medio rústico, donde el arado romano era todavía el principal instrumento para el cultivo agrícola. Su vida habría permanecido en el anonimato, si la lucha de nuestro pueblo por librarse del poder colonial español, no le hubiera ofrecido la oportunidad de desarrollar y ejercitar su extraordinaria aptitud militar, su capacidad de organizador y sus notables condiciones de dirigente, que unidas a su límpida trayectoria revolucionaria, llevaran su nombre a ser inscripto en el retablo de nuestros héroes.
A Saturnino Lora lo envuelve, desde la edad de diez años, el ambiente heroico de la Guerra de los Diez Años, en una jurisdicción donde tienen lugar acontecimientos de la mayor importancia en nuestra historia.
Aunque el Pacto del Zanjón, pone término formal a la Guerra de 1868, la actividad de los patriotas cubanos no cesa y organizan de nuevo la lucha armada. Ya en este período, el adolescente Saturnino Lora está metido de lleno en los trajines revolucionarios, y cuando en 1879 se inicia la Guerra Chiquita, se incorpora inmediatamente, operando bajo las órdenes de su tío materno el coronel de la Guerra de 1868 y mayor general de la Guerra de 1895, Mariano Torres Mora.
Durante la Guerra Chiquita, toma parte, entre otros, en los siguientes combates: copo de la guerrilla de Bueycito, al mando del fiero Liens; en La Jatía, donde derrotan al capitán Segura; y el de Altagracia, contra una fuerte columna del ejército español.
Al terminar la guerra, ya Saturnino Lora ostenta los grados de capitán. Vuelve a sus labores habituales en el campo, mientras atiende su finca en “Las Veguitas”, “…va conquistando simpatías y adhesiones entre la juventud entusiasta de Baire, ansiosa como él, de que una nueva oportunidad le permitiera emular a sus mayores en la decisión y heroísmo”.
En 1890, con motivo de la visita que el general Antonio Maceo y Grajales hace a Santiago de Cuba en preparativos revolucionarios, Saturnino Lora se encuentra entre el grupo de Baire, que con Jesús “Rabí” Sablón Moreno al frente, están listos para en cualquier momento, emprender la lucha armada por la libertad de Cuba.
Ligado al general Guillermo “Guillermón” Moncada, se mantiene activo en la conspiración, y desempeña algunas comisiones importantes que este le encomendara. Además de Guillermón, se conecta en su acción revolucionaria con Eduardo Yero Buduén, primo hermano de su esposa y con su tío, el mayor general Mariano Torres Mora.
Los comprometidos con el ideal de la independencia, en la jurisdicción de Jaguaní suman centenares, entre ellos los aguerridos veteranos de las dos guerras anteriores y los jóvenes de la generación de 1895.
En los últimos meses del año 1894, cuando ya Saturnino Lora comprende, o está enterado de que la fecha del levantamiento está muy próxima, remata sus pertenencias, y con el producto de esa venta, embarca a su esposa Rosa Yero Castellanos y a sus cinco hijos hacia Costa Rica. Es conocido que tiempo después, al agotarse el dinero que el patriota haba entregado a su familia, su digna esposa y su hija Isabel, trabajan duramente como reposteras y costureras, para ganarse el sustento, y se niegan a solicitar de la dirección del Partido Revolucionario Cubano, el auxilio al que tenían derecho.
En Diciembre de 1894, en San Carlos № 72, Santiago de Cuba, Saturnino sostiene su última entrevista personal con Guillermón, quien lo instruye para que lo mantenga todo dispuesto, a fin de recibir de un momento a otro, la orden con la fecha del alzamiento.
Durante la primera quincena del mes de febrero de 1895, los patriotas orientales esperaron la orden de alzamiento patriótico contra España, la actividad de los revolucionarios, en toda la jurisdicción de Jaguaní, se intensifica. Atentos estaban los integrantes del Ejercito Libertador: Juan Joaquín Urbina en Los Negros, Ladislao Flores en Maffo, Juan del Toro, en Bijagual, Mariano Lora, que vivía en los alrededores de Baire, y el Teniente Coronel Florencio Salcedo Torres (segundo dirigente del Grito de Baire, participante en la Primera Carga al Machete y quién terminó la guerra con lo grados de General de División) en La Salada, de Baire.
Los contactos con Santiago de Cuba, Manzanillo y Holguín son constantes. José Figueredo, Teodoro Mario, Pedro Ivonet, Reinerio Avilés, el comandante de la Guerra de 1868 Francisco Blanco, y el también veterano Francisco Borrero, son portadores de comunicaciones que, unas veces Guillermón, otras Bartolomé de Jesús Masó Márquez envían a Saturnino Lora y a Jesús Rabí.
La orden del levantamiento, enviada desde La Habana por Juan Gualberto Gómez, en cumplimiento de las instrucciones recibidas por José Julián Martí Pérez, llega a poder de Guillermón Moncada el 17 de Febrero, y en ese mismo día Guillermón comisiona a José Figueredo, yerno de Saturnino Lora, para que al día siguiente se dirija a Baire e informe a su suegro la fecha del alzamiento general en toda la Isla, que ha sido fijada para el domingo siguiente 24 de febrero.
José Figueredo llega a “Las Veguitas” el 19 y transmite a Saturnino Lora la orden de Guillermón Moncada. Sin pérdida de tiempo, Saturnino Lora dará la orden a Florencia Salcedo en La Salada y a los conjurados de Jaguaní, Salvador Vidal, Carlos Suárez, Herminio Lora, Fernando “Manana” Zamora, y a Manuel y José Reyes Arencibia. En Baire, Saturnino Lora envía la orden a los jefes del movimiento en sus respectivas zonas: a José Joaquín Urbina en Los Negros, a Manuel Tabares en Baracoa, a Esteban Martínez en Riíto, a Ladislao Flores en Maffo, a Juan del Toro en Bijagual, a José Joaquín Santiesteban en la costa y a Celestino Rosales Fonseca, José Méndez y Mariano Lora en las cercanas de Baire.
El 23 de febrero de 1895, Saturnino Lora citó y reunió en su hacienda “Las Veguitas” a todos los conspiradores del término municipal de Jiguaní, que estaban dispuestos a luchar nuevamente contra España. Allí les detalló el plan a seguir, dándoles a conocer lo convenido con Florencio Salcedo al recibir la orden de alzamiento orientada por el Partido Revolucionario Cubano y José Martí desde el exterior. En horas de la tarde, llegan comisionados de Guillermón Moncada y Bartolomé Masó, para informarles que ya estos jefes han abandonado sus domicilios y marchan al campo, en cumplimiento de la orden recibida. Saturnino Lora envía a Mario a entrevistarse con Guillermón y confirmar la orden que le habían dado.
Desde horas tempranas del 24 de febrero de 1895, en toda Cuba comenzaron a producirse los alzamientos programados por los patriotas contra el poder colonial español. Ese mismo día, los caminos que conducían a Baire se colmaron de campesinos y familiares que querían participar de las fiestas del poblado, particularmente la valla o recinto de peleas de gallos finos de San Bartola, se fue llenando con rivales de barrios como Los Cedros, Guaninao, La Salada, Maffo, Matías y Jiguaní. Aprovechando la coyuntura, Saturnino Lora sale de su finca para Pueblo Nuevo con los hombres que previamente había agrupado en ella, donde lo espera otro grupo para unírsele. Alrededor de la una de la tarde, llega Mario al campamento con la confirmación de la orden del alzamiento dada por Guillermón.
Durante toda la mañana, mientras transcurrían las peleas de gallos, los patriotas cubanos se organizaron para la sublevación que iniciaría una nueva guerra de independencia contra España. A la 1:30 de la tarde, Saturnino Lora ordenó desde “Las Veguitas” a los patriotas Don Pancho Gutiérrez Mesa y a Manuel Dalmau, que fueran al poblado de Baire y secundaran a Florencio Salcedo en la suspensión de las peleas de gallos.
Algo mas tarde, entran al campamento los hermanos Venero, al frente de más de 50 hombres de la zona de Remanganaguas. Saturnino Lora da la orden de marchar al camino de Los Negros, donde lo esperan Urbina con los hombres que ha reunido en las sierras. Ya Saturnino Lora cuenta con un contingente de más de 300 hombres, algunos armados con escopetas, la mayoría con machetes, la hora de entrar al pueblo se acerca rápidamente.
Aun faltan otros grupos, pero los que ya tienen son suficientes para ocupar el pueblo y proclamar la independencia. Se dirige al camino de Riíto, donde ha acordado en reunírsele Florencio Salcedo y ambos jefes, deciden marchar inmediatamente sobre Baire. Saturnino Lora pasa revista a la fuerza reunidas bajo el puente de La Herrería, la organiza en dos secciones: infantería y caballería, y al frente de más de 400 hombres se dirige a Baire la tarde del 24 de febrero de 1895. Entra al pueblo en correcta formación, y después de recorrer las calles de Baire, ordena hacer alto en la Plaza, forma la tropa y según sus propias palabras “…les dirige la palabra a las fuerzas en los siguientes términos: “Ha llegado el momento de romper las cadenas que nos tienen unidos al férreo carro de la tiranía, y en prueba de ello, demos un Viva a Cuba; pero es preciso que sepáis que con el filo de nuestros machetes y las balas de nuestros rifles y cañones, hemos de defender la patria, y si una muestra queréis de ello, aquí la tenéis, como loor a nuestra causa sacrosanta”. Saqué mi revolver y disparé sus seis tiros, demostrando con esto que desde aquellos momentos, éramos fieles defensores de la nacionalidad cubana” Hasta aquí palabras textuales de Saturnino Lora.
Después de haber pronunciado su breve discurso en la plaza y de descargado al aire los seis tiros de su revólver, Saturnino Lora toma rumbo a Los Negros y La Gloria, acampando finalmente en el potrero La Guerrilla.
En el poblado de Baire y como está convenido, Florencio Salcedo se incorporó a las festividades de la localidad y como todos los nativos de la zona, se fue a la valla a pelear gallos. Según el plan a seguir ese día, Salcedo se desempeñaría como juez de la valla. Cerca del mediodía, cuando se celebraba la pelea entre un gallo amarillo de El Rincón llamado “Apaga la Vela”, y “Señor Hombre”, propiedad del patriota jiguanicero Juan Rondón, entró a la valla Salvador de la Guardia, comunicándole a Florencio Salcedo que había llegado una comisión de Guantánamo en busca de él. Inmediatamente éste se entrevistó con los visitantes, y recibió un documento que expresaba textualmente: “Ya reventó la hora”.
El contenido del documento era la señal para entrevistarse con el juez del poblado, que guardaba las armas decomisadas o retenidas durante los juicios por alguna causa pendiente, para que fueran entregadas a los conspiradores. Al mismo tiempo, era la orden para detener las peleas de gallos y convocar a los patriotas a una nueva guerra contra el colonialismo español. Al conocer del mensaje alrededor de las 2:45 de la tarde, Juan Rondón sacó su machete y de un tajo mató a su gallo “Señor Hombre”, lo que provocó un escándalo, porque los apostadores se creían engañados. Esta acción permitiría a Florencio Salcedo suspender las peleas de gallos a las 3.00 PM.
En medio del bullicio, Salcedo saltó al vallín, y gritó en voz alta: “No hay más peleas esta tarde, ésta es tablas”. La algarabía de los apostadores fue enorme, y parecía que iban a agredir al juez Salcedo, quien envuelto en una frazada y tiritando de fiebre, cumplió la palabra empeñada con la Patria, desenvainó su machete y volvió a gritar en alta voz: “¡Carajo, basta ya de peleas de gallos, es hora de pelear los hombres y no los animales, sino por la independencia de Cuba! (…) Es que estamos fuera de la ley y el que quiera ver a Cuba libre, que nos acompañe a la plaza. Se acabaron las peleas (…)”. Este ¡Cuba Libre! dado con resolución de héroe, es coreado con entusiasmo por la multitud enardecida.
Acto seguido, Salcedo se dirigió a la plaza central del poblado de Baire que distaba unos 50 ó 60 metros de la valla, se colocó al lado de los patriotas Saturnino Lora y Urbina que ya le esperaban rodeados de la población, y se incorporó al primer destacamento insurrecto de alrededor de 400 hombres en correcta formación. En la primera reunión sostenida por los sublevados, se acordó que Florencio Salcedo, por ser el oficial de mayor graduación allí presente, se hiciera cargo de dar una correcta organización militar a la tropa, y alineó cinco escuadrones de caballería.
En la mañana del 25 de Febrero, Saturnino Lora ordena poner en libertad a varios españoles que se habían traído presos, no sin antes aclararle que no se hace la guerra a los españoles, sino al Gobierno de España.
El 27 de Febrero por la mañana, Saturnino Lora entrega personalmente al mando de las fuerzas a Jesús Rabí. Esa misma tarde, llega una comisión de autonomistas de Santiago de Cuba, presidido por Alfredo Betancourt Manduley, y otra comisión de Bayamo en la que viene Ulpiano Sánchez Hechavarría.
Respecto de estas entrevistas, Saturnino Lora dice: “…ambas comisiones, al ver que nos manteníamos firmes en nuestro puesto y en la defensa del ideal cubano, abandonaron las negociaciones de paz”.
Estos hechos, conocidos en nuestra historia como el Grito de Baire, ha traído a discusión si este obedecía a un móvil independentista o autonomista, a pesar de que la conducta de sus promotores no dio nunca, antes ni después del 24 de febrero, razón alguna para dudar de los patrióticos designios que los impulsaron; y puesto que mucho se ha polemizado, con espíritu localista sobre este asunto, consideramos de interés transcribir la opinión de persona de tanta autoridad como el capitán Aníbal Escalante Beatón, juicio que compartimos plenamente:
Muchos son los historiadores, tanto nacionales como extranjeros, que han relatado a su modo, el inicio de la revolución cubana el 24 de febrero de 1895. Lo cierto es que la mayor parte de esos narradores a que aludimos, bien por desconocimiento exacto de los hechos o por haber bebido sus informaciones en fuentes impuras, se apartaron de lo real para tomar la senda peligrosa de la ficción. Con el Grito de Baire, sin llegar a lo fundamental, se ha tejido una red de falsedades, que en muchas ocasiones, rozaron los lindes de la calumnia, como si hubiera existido en la mente de los relatores, un preconcebido deseo de empañar la nitidez revolucionaria de los protagonistas de aquel episodio nacional. Y no poda ser de otro modo el discurrir de esa manera, cuando apreciamos que los improvisados historiadores, se han dejado guiar por las adulteraciones que los enemigos de nuestra independencia confeccionaron en desdoro de nuestros patriotas y con el solo fin de satisfacer su odio profundo, por todo lo que fuera la emancipación del pueblo esclavizado. Las narraciones puestas en boca de esos enemigos de la patria, o podían ser beneficiosas para el crédito de lo que habrá de ser en todo el tiempo la base moral de nuestra nacionalidad. La fuente indicada para llevar a cabo toda la clase de investigaciones en pro de nuestra historia nacional no poda encontrarse en los relatos sofisticados de nuestros enemigos de ayer y de siempre, sino en la declaración honesta de nuestros propios libertadores, que son los mas llamados a sentir íntimamente con la Patria y en manera alguna podrán contribuir con falacias a la confección de nuestra historia y de sus grandezas, por ser aquella y éstas los mayores tesoros con que cuentan los pueblos.
Al hacerse cargo Rabí del mando de las fuerzas, ordena destruir todas las trincheras y defensas militares de los españoles. Las tropas españolas que se habían retirado de ese pueblo, intentan regresar, pero a la entrada los esperan Manana y Reyes Arencibia que, cargando al machete, dispersan la vanguardia enemiga y la obligan a huir, dejando en poder de los insurrectos un prisionero, trece fusiles, abundante parque y cinco caballos enjaezados.
Al da siguiente, 28 de febrero, acampan en Las Yaguas, se presenta una comisión autonomista a entrevistarse con los patriotas. Tanto Jesús Rabí como Saturnino Lora, Florencio Salcedo, Reyes Arencibia, Cutio, Blanco, etc., rechazan de plano sus proposiciones. La comisión pacificadora regresa a Bayamo y el coronel Sánchez Echavarría, quién preside la comisión, ante lo que estima un grave desaire de los patriotas a su personalidad, todo mohíno y profundamente disgustado en su fracaso, solicita del gobierno español su traslado.
La primera confrontación de importancia con el ejército español en la guerra del 95 la produce Jesús Rabí, cerca de los Negros, el 7 de marzo de 1895. Una vez fracasadas las gestiones autonomistas y pacificadoras, los coroneles españoles Fidel Alonso de Santosildes y Juan Enrique Zikowski este último un militar austríaco al servicio al servicio de España, van al encuentro de Rabí, quien los embosca en la falda de la Loma de la Gloria. Mandan la vanguardia los comandantes José Reyes, Carlos Suárez y Saturnino Lora. Los cubanos le propinan una vergonzosa derrota a la columna española, que huye destrozada a refugiarse a Baire y sufren una bochornosa situación ante los demás militares españoles, que los ven llegar a la desbandada. En la contienda se obtuvo gran cantidad de armas y pertrechos que luego fueron empleadas en la Batalla del Cacao de Jiguaní y Peralejo. Además, por primera vez en la Guerra del 95, ocurre el caso que muchos soldados españoles se pasaban a las filas de los mambises.
Saturnino Lora acompaña a Antonio Maceo en la invasión a la provincia de Oriente; tomndo parte en combates de renombre como el de Jobito, Aguas Claras y Peralejo, donde tiene el honor de ser el Jefe Día en la acción.
El 18 de Julio sitió a Baire, que se rinde el día 20, y se hace prisionera a la guarnición, compuesta de 70 hombres. En Palo Picado o Juan Barón, Palma Soriano, carga al machete contra la guerrilla del coronel Tejada.
Las acciones militares en que participó el General Saturnino Lora son tantas, que no podemos detenernos, ni siquiera, a considerar someramente cada una de ellas.
El 17 de Agosto, se entabla la ruda batalla de Tirapalos, contra una columna de 1 300 hombres, que conduce un convoy a Bayamo y es obligada a retroceder, pero en este combate son gravemente heridos los hermanos José y Saturnino Lora, y menos grave Mariano. José muere cinco días después y Saturnino tiene que permanecer más de un mes, recluido en un hospital de sangre.
Restablecido de su herida, asume de nuevo el mando de la brigada de Jaguaní. El general Calixto García Íñiguez, nuevo Jefe Militar del Departamento de Oriente, se dirige a Jaguaní y le entrega el 6 de septiembre, el diploma de general de brigada a Saturnino Lora, convaleciente aún de la herida recibida en Tirapalos.
El general García designa a Saturnno Lora, jefe en comisión de la Segunda División del Segundo Cuerpo, que comprende las brigadas de Jaguaní y Bayamo.
El 10 de junio de 1896, copa en La Nasa, cerca de Velasco, un convoy español. Recorre la zona norte de Oriente, en la que sostiene varios encuentros con el enemigo. Regresa a la zona de su división y mantiene constante hostilidad contra Jaguaní, Santa Rita y Baire.
En 1897 toma parte en el ataque a Jaguaní, dirigido por el general García y en noviembre participa en el ataque a Guisa.
En abril de 1898 recibe su diploma de General de División. El día 23 ocupa a Jaguaní, recién evacuado por los españoles y el día 28 acompaña al general García en la ocupación de Bayamo, que también ha sido evacuado por el enemigo.
El 10 de junio, acampa en El Aserradero, donde se encuentra al general García. El 25, embarca con las fuerzas de su División, y en unión de los generales García y Rabí, en el vapor Alama; desembarca al día siguiente en Siboney, donde acampan.
El 1 de julio, fecha en que se decide la Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense, con la Batalla de El Caney y de la Batalla de las Colinas de San Juan, Saturnino Lora marcha y acampa junto con al general Calixto García en Marinaje, y ocupa con sus fuerzas el camino de Marinaje a San Juan. A las diez de la noche, recibe orden del general Calixto García de marchar sobre la línea del ferrocarril. Pasa por Sabana Ingenio y Cuabitas, y en una loma frente al poblado de San Vicente.
El día 2 ocupa posiciones frente al poblado de Cuabitas, sostiene fuego con los españoles y ocupa el fuerte San Miguel. Desde este punto, ordena reconocimiento sobre El Caney, que ya haba sido asaltado por la II División de Caballería al mando del general estadounidense Henry Ware Lawton, y recibe noticias de que hay españoles heridos. Manda al coronel Pedro Echavarría Sánchez, de su estado mayor, a prestarles auxilio, y encuentran el cadáver del general español Joaquín Vara de Rey y Rubio, quién estando al mando del fortín de El Viso, había ofrecido una tenaz resistencia al asalto. El general Vara del Rey, herido en combate en ambas piernas, continuó arengando a sus tropas, hasta que en muy mal estado, se intenta retirarlo de la línea de fuego, entonces fue baleado de forma poco caballeresca por los estadounidenses, mientras se encontraba indefenso, muriendo tanto el general como los camilleros que lo transportaban.
Ocupa totalmente el poblado de Cuabitas, y por la tarde, se le rinden los destacamentos españoles de La Represa y Boniato, El día 3 ocupa San Vicente, tomando por las fuerzas del general Francisco Sánchez. El día 4 marcha Saturnino Lora con sus fuerzas a Dos Bocas, con el propósito de atacar a El Cristo. Se le rinde el destacamento de El Dajao; recibe orden de acampar en Boniato. El día 5, sus fuerzas tirotean El Cristo y las minas; la guarnición española intenta salir y es rechazada. El día 9 se le incorporan las fuerzas de Manzanillo, el 10 se pone a sus órdenes el coronel Valeriano Hierrezuelo con cien hombres.
Continúa operando desde el día 13 como jefe de la retaguardia, disponiendo la situación de las fuerzas cubanas de Dos Bocas, La Caoba, Puerto de Bayamo, Puerto de las Enramadas, Corralillo, Isleo, camino de Puerto Bayamo, Santa Filomena, Boniato, etc.
El día 14, a las cinco de la tarde, recibe una comunicación del general García, en la que le participa que el general estadounidense William Rufus Shafter, le da cuenta de haber capitulado las tropas españolas.
El 17 recibe orden de marchar a Casa Azul con todas las fuerzas. Aquí se encuentra el general García, y desde este lugar, el lugarteniente general de Ejército Libertador le escribe la carta de protesta al general Shafter.
Saturnino Lora recibe orden del general Calixto García de concentrar todas sus fuerzas y marchar sobre Veguitas, entre Bayamo y Manzanillo.
El da 8 de Agosto, se hace la propuesta de Saturnino Lora para el ascenso a mayor general, el que no gestiona ni reclama como de derecho le corresponda, pues aun sin ser propuesto le pertenecía como Grado de Gracia.
Al firmarse el Tratado de París de 1898 el 10 de diciembre de ese mismo año, se acuerda la paz entre entre España y los Estados Unidos de América, se pone fin imperio español y marcó el principio de un nuevo período de poder colonial, con la Primera Intervención Estadounidense en Cuba. Saturnino Lora se reintegra a su finca cerca de Baire y a sus labores de campo. Vuelven de Costa Rica la esposa y sus hijos; reconstruye su hogar, pero deseoso de buscar mejor oportunidad para la educación de sus hijos, traslada su residencia para Santiago de Cuba aunque pasa largas temporadas en su finca “Las Veguitas”, próxima a Baire. El 10 de enero de 1900 recibe en el Hotel Venus un grandioso homenaje que le tributa el patriotismo popular en unión de los generales Jesús Rabí y Fernández de Castro.
Establecida la República mediatizada, Saturnino Lora es nombrado jefe del Cuerpo de la Guardia Rural de la provincia de Oriente, donde tiene oportunidad de demostrar su alteza de sentimientos y grandes cualidades patrióticas.
Cuando se produce la Guerrita de Agosto de 1906, movimiento revolucionario contra la “brava” reeleccionista de Tomás Estrada Palma, los jefes militares reciben libretas de cheques en blanco para afrontar los gastos que se presentasen y Saturnino Lora devuelve sin usar aquella libreta de cheques.
A Juan Gualberto Gómez y Demetrio Castillo Duany, a quienes se supone encargados de organizar el movimiento armado en Oriente y que se encuentran detenidos, los hospeda en su propia casa y se hace responsable de la conducta de ambos.
Se produce una huelga en Santiago, que amenaza degenerar en serio conflicto, y el general Saturnino Lora, con su gran autoridad moral y quizás un poco decepcionado y quebrantada su salud por las heridas sufridas en la guerra, cuando ocurre la Segunda Intervención Estadounidense en Cuba, solicita y obtiene su jubilación.
Restaurada la República, el general José Miguel Gómez y Gómez, le ofrece una alta posición, que Saturnino Lora rechaza. Con la misma firmeza, no acepta tampoco la postulación para gobernador de la provincia que le ofrece una comisión del Partido Conservador, presidida por Cosme de la Torriente.
Transcurre su vida sin ambiciones y llena de nobleza, sin más medios de fortuna que su modesto retiro y su finquita en las cercanías de Baire.
Todos los años el 24 de febrero, el general Saturnino Lora acude a Baire, y en el parque público repite su gesto del 24 de febrero de 1895, disparando al aire los seis tiros de su revolver y dándole un viva a Cuba Libre.
El 29 de Septiembre de 1921 fallece en la finca Jagüey, próxima a Baire, el General Saturnino Lora Torres, digno representante de las generaciones mambisas
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