Historia de la Enfermería
Tal y como ya se esbozó anteriormente, a la llegada de los españoles a Cuba y el encuentro con su población aborigen en plena comunidad primitiva -aunque uno de los grupos en un estadio superior- encontraron que, en el seno de estas comunidades, algunos de sus integrantes combinaban las prácticas curativas con los ritos religiosos. Dentro de las propias prácticas curativas ha resultado muy difícil deslindar cuáles estaban dirigidas a “curar las enfermedades” y cuáles a “cuidar a los enfermos”; por tanto, es prácticamente imposible establecer el inicio de las prácticas de enfermería, en forma independiente.
Más tarde, en pleno proceso colonial, cuando la más grande de las Antillas se convirtió en una colonia de plantación azucarera y con ella comenzó la esclavización de los negros traídos de las costas del continente africano, estos grupos humanos, que procedían de distintas regiones de África, que pertenecían a diferentes etnias y por tanto a distintas culturas, con diverso grado de desarrollo social, aportaron nuevas características a la práctica curativa y, en este sentido, en los barracones de esclavos ya pueden diferenciarse prácticas de enfermería en lugares destinados a la atención de los esclavos enfermos, que llevaban el propio nombre de “enfermerías”.Señala De la Pezuela que en el año 1518 llega desde España el primer cirujano que ejerció su profesión en Santiago de Cuba, Domingo de Alpartill, quien parece haber influido favorablemente en la fundación del primer hospital de la Isla, en la villa de Santiago, en 1522, al que dejó algún dinero. Entre 1518 y 1525 solamente se registra este cirujano en Santiago de Cuba y algunas curanderas que se marcharon con Cortés.
A falta de médicos o cirujanos actuaban los curanderos improvisados, oficio que desempeñaban fundamentalmente las mujeres, tal y como lo demuestra el caso de Isabel Rodríguez, en Santiago de Cuba, que luego acompañara a Cortés a México. Esto al parecer inició una tradición que cobraría fuerza en el siguiente siglo. Por su parte, la transculturación médica se produjo a partir de los negros provenientes de África, que tenían una medicina popular de fuerte arraigo en sus lugares de origen.
La Isla de Cuba se encontraba a la zaga del resto de las colonias españolas en materia de salud. Con la llegada de Muñoz de Rojas son cuatro los médicos que han venido a la Isla a lo largo de los años transcurridos del período colonial.
Las boticas eran muy escasas, y sólo se menciona como un oficio importante el de las comadres-parteras, en La Habana y Santiago de Cuba. En esta última villa se había hecho famosa Mariana Nava, curandera que fue autorizada a ejercer la profesión por el Cabildo de Santiago, por haberse quedado sin cirujanos ni médicos, a pesar de que la ciudad contaba con cerca de 4 000 habitantes.
A fines del siglo XVI se funda en La Habana el Hospital de San Felipe y Santiago (unos historiadores afirman que se comenzó a construir en 1597, otros señalan que se fundó en 1573). A partir del 1602 se le comenzó a llamar Hospital San Juan de Dios por estar regido por los religiosos de esa orden masculina, dedicada al cuidado de los enfermos. (Ver a José María de la Torre. Lo que fuimos y lo que somos o La Habana Antigua y Moderna. Editado por la imprenta de Spencer y Cia. O´Relly 110. Habana, 1857, página 90, citado por Mario del Pino y de La Vega, en: Apuntes para la historia de los hospitales (1523 a 1899), Cuadernos de Historia de la Salud Pública, No. 24, 963.) En 1634 nace la primera organización de la salud pública en la Isla, el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana.102 Lo anterior evidencia que el Municipio y la Iglesia Católica fueron las instituciones, civil y eclesiástica respectivamente, que tuvieron a su cargo la protección de la salud de la población antes de que se fundaran las primeras organizaciones que pudieran llamarse propiamente de la salud pública.
En 1668 se estableció una primitiva maternidad, que fue clausurada veinte años más tarde y reconstruida en 1730. Se describe por Arrate103 que para curar a las mujeres había una enfermera o madre, una esclava o criada, un médico asalariado, un capellán y otro personal. Fue en este mismo lugar donde más tarde, en 1827, se creó la Escuela de Comadronas de Cuba, llamada “Academia de Parteras”.
A mediados del siglo XVIII la red hospitalaria de La Habana la constituían el Hospital General San Juan de Dios, el de Mujeres de San Francisco de Paula, el de Convalescientes de Belén, y el Leprosorio del Pontón y la Caleta y Guillén, que no era propiamente un hospital. Durante este período fueron organizados temporalmente otros hospitales, coincidentes con grandes epidemias.
Las enfermedades trasmisibles y otras, muchas de ellas causadas por la fatiga excesiva que provocaba la superexplotación de la fuerza laboral esclava, traía por consecuencias que, cerca del 20 al 25% de la dotación debía permanecer hospitalizada. De ahí que la existencia de las enfermerías fuera más una necesidad de los amos, para no perder el dinero invertido en la compra de los esclavos, que razones de carácter humanitario.
Muchos de los hacendados criollos, haciendo gala de gran pragmatismo, contrataban a notables médicos, quienes, auxiliados por sus ayudantes, garantizaban la atención médica. No obstante, la existencia en Cuba de muchos más ingenios que médicos, y la ubicación apartada en los campos de la mayoría de las fábricas de azúcar, dificultaba esa atención calificada, por lo que la solución más socorrida era establecer “enfermerías” atendidas por negras y negros enfermeros y cirujanos romancistas. Pero eran fundamentalmente las negras esclavas quienes cuidaban a los heridos (a consecuencia de los castigos) y a sus compañeros de cautiverio enfermos, aunque muchas veces los amos, especialmente las amas, también se beneficiaban de sus cuidados cuando enfermaban y parían.
A la iniciativa del Gobernador General de Cuba y el Obispo de La Habana es que se debe la incorporación de las comunidades religiosas femeninas a la labor de enfermería en Cuba, al encomendar los leprosos del hospital de San Lázaro de La Habana al cuidado de las Hijas de la Caridad,* según consta en la contrata de la fundación que firmó el Padre Buenaventura Armengol en Madrid, a los 30 días del mes de septiembre de 1854. Fue Sor Petra Moya la primera Superiora del hospital de San Lázaro, cargo que desempeñó hasta el 21 de junio de 1876 en que falleció.
En 1866, según Jacobo de la Pezuela, “entre los destinos y oficios que ejercen 1940 personas blancas y 100 de color, libres desde los doce años, hay un médico, 9 enfermeras y 1 farmacéutico”. Salvo la función de enfermera, estos oficios eran poco ejercidos por las personas de color.
Durante las guerras de independencia, varias fueron las mujeres que acompañaron a sus padres, hijos y esposos a los campos de batalla y dedicaron sus cuidados a los heridos y enfermos, realizando así las funciones de enfermeras. Entre las que más se distinguieron en estas labores están Mariana Grajales y Coello, María Cabrales, Bernarda del Toro y Pelegrín, Rosa Castellanos y Castellanos, conocida como “Rosa, la Bayamesa”, Concha Agramonte y Boza, Caridad Bravo y sus hijas, Luz Noriega, Adela Azcuy Labrador e Isabel Rubio, entre otras.
Descargar Libro Completo “Enfermería Cubana”
Deja un comentario