Durante una semana, los participantes fueron asignados a consumir dietas altas y bajas en sodio, con aproximadamente 2200 mg de sodio añadidos diariamente en la dieta alta. Los resultados, publicados recientemente, revelaron hallazgos importantes.

Mientras consumían las dietas habituales, alta en sodio y baja en sodio, la presión arterial sistólica promedio de los participantes fue de 125, 126 y 119 mm Hg, respectivamente. El cambio medio intraindividual en la presión arterial media entre las dietas alta y baja en sodio fue de 4 mm Hg (IQR, 0-8 mm Hg; P < 0,001), que no difirió significativamente según el estado de hipertensión.

Lo más sorprendente fue que la dieta baja en sodio indujo un descenso en la presión arterial media en el 73,4% de los participantes. Además, el 46% de los individuos fueron clasificados como «sensibles a la sal» según el umbral comúnmente utilizado de un descenso de 5 mm Hg o más en la presión arterial media entre las dietas alta y baja en sodio.

Independientemente del estado de hipertensión y el uso de medicación antihipertensiva, la reducción del sodio en la dieta mostró resultados consistentes en todos los subgrupos, con una disminución significativa de 8 mm Hg en la presión arterial sistólica entre la dieta alta y baja en sodio al final de la primera semana de intervención dietética.

Los efectos adversos fueron mínimos, notificados por el 9,9% y el 8,0% de los individuos mientras consumían las dietas alta y baja en sodio, respectivamente.

En conclusión, este estudio destaca la significativa reducción de la presión arterial al disminuir el sodio en la dieta, un descubrimiento que podría tener implicaciones enormes para la salud cardiovascular, especialmente en adultos de mediana a avanzada edad. Este cambio en la comprensión de la relación entre el sodio en la dieta y la presión arterial podría influir en futuras recomendaciones dietéticas y estrategias de manejo de la hipertensión.