El estudio evaluó una cohorte de más de 1.200 participantes mayores de 50 años, cuyo seguimiento se extendió durante una década. Los resultados mostraron que aquellos con una mayor ingesta de carbohidratos complejos (provenientes de cereales integrales, legumbres y verduras) y fibra dietética presentaban una reducción significativa en la incidencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y deterioro cognitivo. Se observó también un mejor perfil metabólico y menor inflamación sistémica, dos factores clave en el proceso de envejecimiento biológico.

Además, los autores destacan que la fibra dietética no solo mejora la salud digestiva, sino que también influye en la modulación del microbioma intestinal, cuya diversidad se ha relacionado con la longevidad y la prevención de patologías asociadas a la edad. Este efecto protector resulta esencial para contrarrestar los mecanismos inflamatorios y metabólicos implicados en el envejecimiento prematuro.

Este estudio refuerza las recomendaciones nutricionales actuales que priorizan el consumo de carbohidratos complejos y fibra, en contraposición a los carbohidratos simples y refinados, cuya ingesta elevada se asocia con un mayor riesgo de enfermedades crónicas y deterioro funcional. Los investigadores sugieren que la dieta debe integrarse en un contexto de estilo de vida saludable, incluyendo actividad física regular y control de otros factores de riesgo.

De este modo, esta investigación subraya la importancia de la calidad de la dieta en la promoción del envejecimiento saludable, aportando datos relevantes para profesionales sanitarios y gestores en la planificación de estrategias preventivas centradas en la nutrición como herramienta clave para mejorar la calidad de vida en la población envejecida.

¿Qué es envejecimiento saludable?

El equipo define el «envejecimiento saludable» como la ausencia de enfermedades crónicas importantes, buen estado mental, y el mantenimiento de la función física y cognitiva. Solo 3706 mujeres cumplieron con estos criterios en 2016, año final del seguimiento.

Los resultados se alinean con evidencias previas que vinculan el consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales con una menor incidencia de enfermedades.