Voces del Henry Reeve (VIII). Dra. Yoandra Muro: la brújula de la entrega | Policlínico Docente “30 de Noviembre”
 

Voces del Henry Reeve (VIII). Dra. Yoandra Muro: la brújula de la entrega

Responsable: Tania Izquierdo PamiasDpto. Servicios Especiales de Información

Hay mujeres cuyo estado natural es inspirar. En ellas, la fuerza no se anuncia: se ejerce. Así ocurre con Yoandra Muro Valle, quien, siendo muy joven, ya marcaba caminos. Fue dirigente de la FEU y, a los 27 años, asumió la conducción de la brigada médica cubana en Guatemala. Más tarde también dirigió la de Bolivia, y ocupó, entre otras responsabilidades, la de rectora durante cinco años de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAN)

 

 

 

 

 

 

De esa muchacha que hablaba en nombre de sus compañeros universitarios a la mujer que hoy dirige la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana (UCMH), media un mismo espíritu: la certeza de que servir y guiar son actos inseparables.

Con esa convicción, y una dulzura sempiterna, acepta el reto de volver sobre su historia. Hablar del Contingente “Henry Reeve” y hablar de Fidel Castro la levantan por dentro, como si la pasión la encendiera de golpe.

Su mente guarda con especial cariño un fragmento de 2005, en Guatemala: la tormenta Stan había dejado miles de muertos.

«Cuando comunicamos a Cuba la situación, Fidel nos llamó y nos dijo que fuéramos al Ministerio de Salud de ese país a ofrecer ayuda cubana. En menos de 48 horas llegaron los primeros cien médicos. Era complicado, porque el país no estaba preparado para algo así, pero él insistió: ‘Vamos a ayudar, sin ser una carga’. Un tiempo después, el jefe de la brigada tuvo que partir a Pakistán, y el propio Comandante me dio la tarea de asumir también la dirección de la brigada enviada del “Henry Reeve”.»

– ¿Qué hizo que aquella misión fuera inolvidable para usted?

«Cada detalle, cada preparación. Fidel pensaba en todo: nos sugirió preparar mochilas con lo imprescindible para resistir quince días o un mes en comunidades incomunicadas, calculaba calorías, sacos de dormir, alimentos resistentes… incluso nos decía qué comprar y cómo organizarlo. Recuerdo haber sentido esa sensación de que, a miles de kilómetros, alguien como él, con tantos deberes y tantas preocupaciones, se ocupaba de nosotros con un cuidado extraordinario.»

– Hay muchas anécdotas de cómo se mantenía la cercanía con él que son verdaderas lecciones de grandeza humana…

«Así es, nos seguía por los mapas, nos orientaba sobre carreteras interrumpidas, se aseguró de que tuviéramos teléfonos satelitales para comunicarnos con nuestras familias… En la transmisión en vivo de una Mesa Redonda que condujo junto a Randy Alonso, percibió que no respondí al instante una de sus muchas interrogantes, y cambió de tema, como para no presionarme demasiado, como para seguir siendo ese líder cercano y caballeroso que escuchaba con respeto, como si cada palabra nuestra
importara.»

– Y al ser convocada para viajar a Bolivia en 2017, en lo que sería su segunda misión, vivió momentos muy distintos, donde la experiencia acumulada resultó clave…

«Sí, Bolivia fue otro escenario, con sus propias complejidades en medio de las cuales me aportó mucho lo vivido en tiempos de la “Henry Reeve” en Guatemala. Allí ya existía una colaboración médica consolidada desde hacía más de una década, con colegas distribuidos en decenas de hospitales y centros de salud. Proyectos como la Operación Milagro habían devuelto la visión a miles de personas, incluso de países vecinos.

Pero el contexto político comenzó a tensarse. A diferencia de otras misiones, esta vez sentimos una hostilidad que no venía del pueblo —que siempre nos brindó afecto y respeto—, sino de ciertos sectores empeñados en desacreditar nuestro trabajo. Se vivía un clima difícil. En el último año, ante huelgas del personal médico local, asumimos responsabilidades  adicionales, cubriendo servicios en medio de una creciente campaña de difamación.

Fue duro. Hay cosas que duelen todavía: pasar de ser médicos a ser vistos como sospechosos, señalados por causas que nada tenían que ver con nuestra vocación. Acostarte con la tranquilidad del deber cumplido y despertarte bajo una acusación infame, eso no se olvida.

Y sin embargo, también allí vivimos lo más hermoso de la solidaridad cubana. Nos cuidamos unos a otros, resistimos juntos. El acompañamiento de nuestro gobierno fue constante, no nos faltó la voz ni la mano de Cuba. Lo que quedó en Bolivia fue la historia de una brigada firme, unida, que salvó vidas, que llevó luz a los ojos de tantos, y que se mantuvo con dignidad en medio de la tormenta.»

– Después de tantas historias vividas, ¿qué representa para usted el “Henry Reeve»?

«Es una experiencia imprescindible en mi memoria. Son relatos y enseñanzas que le contaré siempre a mi hija Camila, y a cada joven que ayude a formar, para que sepan que servir también significa cuidar los pequeños detalles.»

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